«Voy a desaparecer en la mar»
El americano, muy deprimido, partió hacia La Rochelle con el pálpito de seguir la misma suerte que su maestro Mike Plant
«Voy a desaparecer en la mar, como le pasó a mi amigo Mike Plant. Seguro». Tim Troy, el navegante americano que no ha podido tomar la salida de la regata por una cuestión de reglas, está deprimido, muy deprimido. Pronuncia esta frase aterradora en la terraza de L'Ancora, en el Puerto Deportivo de Getxo, después de haber llevado a su barco una olla a presión de dos raciones, el dispositivo de radar y algo de ropa. Tras esperar a que amainara el viento, partió de madrugada hacia La Rochelle, para poner su barco en seco y lastrarlo con 300 kilos de plomo. Calza Tim unas desgastadas zapatillas deportivas y se le ve muy entristecido. Hace una semana era un tipo jovial, radiante. Iba a cumplir la ilusión de su vida. Ahora extraños presagios le rondan la cabeza.
Su esposa Renée y sus tres hijos, Maggie, Anna y Michael, han regresado ya a Crownsville, en EE UU. Él asegura que, pase lo que pase, tratará de dar la vuelta al mundo. «Es casi imposible, pero lo intentaré. He pasado los últimos años explicando a niños y mayores que si deseas algo de verdad y trabajas para ello lo consigues... Yo no puedo regresar a casa así. No podría mirar a los ojos de la gente. Es como decirles a todos 'he fallado'».
«Estoy muy infeliz»
Troy proyecta añadir los 300 kilos que le exigen, pasar por Bilbao para tomar una salida de circunstancias y seguir el rumbo de sus compañeros en un barco, que, en su opinión, ya no le merecerá la misma confianza que hasta ahora. «Me dicen que no es seguro», cabecea. «Yo creo que sí», dice mientras le brillan unos ojos muy azules. «No estoy cómodo con poner más peso en la orza. El barco va ahora perfecto. He cruzado dos veces el Atlántico con él. Pero lastrarlo y salir a navegar sin chequearlo no es nada seguro. Pero no tengo otra opción. Estoy muy infeliz... Este era el sueño de mi vida», dice.
El patrón americano tiene una empresa que fabrica sistemas de transmisión para automóviles y, junto a su hermano, negocios inmobiliarios en Boca Ratón (Florida). Troy se ha jugado todo en la aventura. «He puesto en riesgo mi familia, mi familia... Debo tanto dinero que puedo perder mi casa», se lamenta el único skipper amateur de la regata.
Relata Troy su vida con un extraño desapego. Siendo un renacuajo miraba por la ventana, soñaba viajes y dibujaba barcos. Descubrió la navegación con su tío cuando tenía 12 años. Habla del barco que armó en el garaje familiar y al que bautizó como 'Cherokee'. Y del día que se encontró con Mike Plant. «Navegamos juntos en su Open 60. Las sensaciones fueron fabulosas. Es aquí donde he querido estar siempre». Compró el barco con el que Titouan Lamazou ganó la primera Vendée Globe. Con él conquistó dos veces la regata a Bermuda. Entonces vino la mala noticia. Mike Plant se dirigía a Les Sables d'Olonne para participar en la vuelta al mundo en solitario de 1992. Su barco perdió la orza y dio la vuelta en mitad del Atlántico. El velero apareció en las costas de Irlanda. El cuerpo de Plant no fue recuperado jamás.
Pese a la muerte de su maestro, Tim Troy se empeñó para comprar su nuevo velero, el antiguo 'Petit Navire' al que bautizó con el nombre de sus hijas. Tenía la palabra de IMOCA (la sociedad que rige las pruebas de los Open 60) de que su barco estaba en orden. Pero no cumplieron su palabra. Se echaron atrás y le han dejado en tierra. «Sólo pedía que me dejaran llegar a Australia. Allí había tiempo de hacer las modificaciones y probarlas... No me han dejado. Y salir así...».
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