Volvo Ocean Race, primera edición, 1973-1974 (I)
Portsmouth – Ciudad del Cabo - Sydney - Río de Janeiro - Portsmouth
Ganador: Sayula II

Se respiraba un ambiente de cierto temor y de euforia cargada de nerviosismo cuando 17 veleros con 167 tripulantes procedentes de siete naciones zarparon de Portsmouth el 8 de septiembre de 1973 para comenzar la primera etapa de una nueva prueba deportiva, la Whitbread Round the World Race, hoy conocida como la Volvo Ocean Race.

Los veleros –que incluían desde el 'Peter Von Danzig' construido en 1936 en Alemania hasta el británico Burton Cutter, que empezó la regata todavía en obras– eran parecidos a muchos de los 3.000 barcos que se habían dado cita para presenciar el histórico inicio de la prueba. Las tripulaciones estaban integradas por navegantes novatos atraídos por el deseo de aventura pero con una experiencia limitada en navegación oceánica y sin la menor idea de lo que les aguardaba.

La mayoría de los patrones, por el contrario, contaban con miles de millas marinas a sus espaldas. Por ejemplo, uno de los patrones era Chay Blyth, sargento de la armada británica que alcanzó la fama en 1966 cuando, en compañía del capitán John Ridgeway, cruzó el Atlántico a remo en una embarcación de seis metros. Su nombre se hizo conocido en todo el mundo cuando dos años antes de la regata Whitbread se convirtió en la primera persona en dar la vuelta al mundo sin escalas navegando hacia poniente. A bordo del Great Britain II, Blyth llevaba una tripulación formada por ‘boinas rojas’ del regimiento de paracaidistas, bien conocidos por su excelente preparación física y por su capacidad para soportar los retos más duros, pero que no se caracterizan por su habilidad como navegantes.

Como la idea de la regata había surgido de unas conversaciones en la Royal Naval Sailing Association, no es de sorprender que las fuerzas armadas británicas tuviesen una nutrida representación con tres barcos participantes. A éstos había que sumarles otras dos embarcaciones británicas. El ex-regatista naval, Les Williams, patroneaba el Burton Cutter, mientras que Roddy Ainslie –padre de Ben, la futura leyenda de la vela olímpica británica– creó el sindicato Second Life junto con su cuñado, Ian Butterworth, y encontró a 12 tripulantes dispuestos a pagar 3.000 libras cada uno por la experiencia. En total, la campaña costaría 40.000 libras.

La marina francesa estaba representada por Eric Tabarly, que ya era un héroe deportivo nacional. Eric había comprado y restaurado un antiguo cúter de los astilleros Fife en la década de 1960 y lo había bautizado como Pen Duick. Tras seis nuevas renovaciones, ahora era un potente ketch de 22 metros, aunque su quilla de uranio empobrecido había sido vetada por las autoridades de la regata y su presencia en la prueba era incierta. Otras cuatro embarcaciones francesas estarían en la línea de salida, junto con tres italianas, dos polacas, una alemana y una sudafricana.

Todos los tripulantes del Peter Von Danzig eran estudiantes o graduados de la escuela de vela Akademischer-Segler-Verein y habían pagado 500 libras para competir, además de haber dedicado entre 3.000 y 4.000 horas a preparar el barco. El antiguo velero había sido utilizado por los alemanes en 1945 para escapar de los rusos en Danzig y ahora se preparaba para una nueva aventura.


La tripulación del barco polaco, Otago, estaba formada por trabajadores de un astillero de Gdansk. Patroneada por Zdzislaw Pienkawa, la tripulación también incluía a su hija, Iwona, que con 19 años era la mujer más joven de la flota y una de las tres únicas mujeres que completarían las cuatro etapas de la regata.

De Méjico llegó Ramón Carlín, un millonario de 50 años que había amasado su propia fortuna con la creación de un enorme consorcio de empresas que fabricaban lavadoras y otros artículos domésticos. Su Swan 65, el Sayula II, era uno de los pocos veleros que tenía un congelador y un cocinero a tiempo completo a bordo, por lo que la tripulación cenaba carne y pollo todos los días, acompañados con buenos vinos y cervezas.

Las provisiones reflejaban el modo en que cada patrón veía la regata. El patrocinador de Ainslie le ofreció 1.500 latas de Guinness, pero éste prefirió llevar sólo unas pocas y que le mandaran el resto a Ciudad del Cabo. Blyth insistió en llevar comida congelada y sólo permitió una cuchara por tripulante, mientras que en el barco francés Grand Louis y en el Sayula II comieron alimentos frescos durante toda la regata. Los navegantes del ketch francés Kriter acompañaron todas las comidas con vino. En el barco de Carlín, la tripulación calculó que consumían seis botellas de vino al día.
Aparte de colchones, pijamas, libros y estéreos, muchos de los barcos no tenían demasiadas comodidades, pero la vida en general iba a distar bastante de ser confortable en las siguientes 27.500 millas náuticas.

Etapa 1: Portsmouth - Ciudad del Cabo

La realidad del peligro que conllevaba la navegación oceánica no tardó en hacerse evidente cuando el Great Britain II se encontró con una fuerte borrasca a tan sólo unas jornadas de Portsmouth. Bernie Hosking salió despedido por la borda, pero después de una búsqueda desesperada con el reflector consiguieron distinguir su cabeza en el agua. El mar estaba frío y revuelto, pero sus compañeros consiguieron izarlo a cubierta, donde, a falta de alcohol, le dieron una bebida caliente. El motivo por el que no pudieron darle una copa de coñac es que Blyth había decidido imponer una política anti-alcohol a bordo. Esta situación cambiaría en etapas posteriores.

“Decidí que para la tripulación sería bueno llevar bebidas a bordo a partir de la segunda etapa. Empecé a organizar una ‘hora feliz’ todas las noches, en la que los tripulantes podían elegir entre dos cervezas o dos chupitos de una bebida de más graduación. Aprovechábamos la ocasión para intercambiar opiniones sobre los sucesos del día, lo cual resultó muy bueno para mantener la moral del equipo”.

Otros también tenían problemas. Los trabajos se apresuraron para que el Burton Cutter estuviese listo a tiempo para el inicio de regata y se olvidaron de conectar las salidas de los inodoros. El olor se hizo insoportable cuando las aguas fecales fueron a parar directamente a la sentina.
Si eso es desafortunado, peor suerte corrió el Pen Duick VI de Eric Tabarly, que se convirtió en el primer barco en sufrir una desarboladura en la Whitbread Race. No había posibilidad de reparación por lo que la tripulación tuvo que construir un aparejo provisional y poner rumbo a Río de Janeiro, a unas 1.200 millas en dirección sureste. Cuando llegaron, el nuevo larguero que se había mandado por avión desde Francia ya estaba allí esperándoles. Una vez montado, el Pen Duick VI volvió a cruzar el Atlántico y llegó dos días antes del reinicio de la prueba.

El seguimiento de las embarcaciones en aquellos tiempos en los que no existía el GPS era difícil. Los barcos navegaban con ayuda del sextante y calculando la ruta a ojo, y notificaban su posición por radio una vez a la semana.

“La mayoría de las veces no teníamos ni idea de donde estábamos”, admitía Ainslie, patrón del Second Life. “Las lecturas que tomábamos con los instrumentos nos daban una idea aproximada, pero era sólo cuando nos encontrábamos a 50 millas de la costa, cuando podíamos sintonizar el localizador utilizando el receptor de radio para tener información precisa, y obviamente no solíamos encontrarnos con demasiada frecuencia de 50 millas de la costa”.
A pesar de carecer de un software de seguimiento preciso, en esa primera etapa quedó claro que el Burton Cutter estaba en una liga completamente distinta al resto de los barcos. La tripulación de Williams fue la primera en cruzar la línea de meta en Ciudad del Cabo, aunque fue el Adventure, el barco de la armada británica patroneado por Patrick Bryans, el que se alzó con la victoria en hándicap tras llegar tres horas por delante del GBII de Blyth.

Etapa 2: Ciudad del Cabo - Sydney.

Si la primera etapa había sido relativamente fácil, la segunda les hizo darse cuenta enseguida de a qué se enfrentaban, ya que nada más entrar en el océano Antártico la flota sufrió el violento embate de los elementos.

Las averías forzaron al Burton Cutter a poner rumbo a Port Elizabeth para realizar reparaciones. Tuvieron que volver a soldar el barco tres veces antes de que estuviese en condiciones de hacerse a la mar, por lo que tuvo que retirarse de la segunda etapa.

A bordo del Tauranga, Paola Chamaz estaba a la caña con Paul Waterhouse, un cabo de la armada británica que había hecho la primera etapa en el British Soldier. Waterhouse descendió bajo cubierta para fumar un cigarrillo. Cuando volvía a cubierta, el Tauranga recibió el violento impacto de una ola por el través. La botavara del spinnaker se partió en el extremo del mástil, quedando sin control y a merced del viento en el puño de la vela. Waterhouse se lanzó a intentar dominar las velas y a rescatar lo que quedaba de la botavara pero justo en ese momento, el barco volvió a cambiar de dirección y la vela se hinchó y tensó haciendo que Waterhouse saliese despedido por los aires y arrojándolo primero sobre cubierta y después al mar.

Lo buscaron durante cuatro horas sin éxito. Como no hizo el menor amago de agarrar un cabo cuando cayó, lo más probable es que ya estuviese inconsciente al caer al mar y se ahogase inmediatamente.

“Todos empezamos la regata sabiendo que cuando se navega alrededor del mundo se pueden encontrar situaciones de peligro en las que se puede perder la vida”, explicaba Ainslie. “Pero el incidente cambió la forma de hacer las cosas en el Second Life. Los tripulantes empezaron a ser más conscientes del peligro y comenzaron a utilizar cabos salvavidas”.

Tres días después, cuando la flota se enfrentaba a fuertes vientos y a mar arbolada a 350 millas al oeste de las Islas Kerguelen, los patrones del 33 Export, Dominique Guillet y Jean-Pierre Millet, decidieron cambiar la vela de proa por otra más pequeña. Durante la maniobra, la embarcación recibió el embate de una enorme ola rompiente que escoró el barco hacia estribor. Guillet desapareció de cubierta.

Pasaron 30 minutos buscándolo, pero el deterioro en la condiciones obligó a Millet a abandonar la búsqueda para proteger la seguridad del barco y la tripulación. Se retiraron de la regata. La tripulación se había quedado traumatizada con la muerte de Guillet.

Inevitablemente, la navegación por el océano Antártico supuso un castigo para los barcos. El Adventure sufrió problemas con el timón, impidiendo a su tripulación alzarse con la victoria en la segunda etapa, y el GBII perdió la mesana. El Otago también perdió el extremo superior de la mesana.
Al margen de estos dramas, el Sayula II ganó la etapa en hándicap, aunque fue Tabarly el que cruzó la línea de meta en primera posición a bordo del Pen Duick VI, fijando el nuevo récord de las 24 horas en 305 millas.

Había sido una etapa realmente cruel. Dos hombres habían perdido la vida, y eso sin duda había afectado a la flota. El ambiente reinante cambió de caballerosa expectación a decidida determinación por finalizar la dura prueba.

.... Continuará....

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Saludos y buenos vientos